2015-10-26

Los buenos políticos

Con la crisis de confianza en las instituciones, con representantes cuestionados por deberse más a grupos económicos que a los electores, autoridades investigadas por soborno, entre otros, pareciera que la expectativa realista debe ser más bien modesta.

Servidores públicos con una genuina vocación de servicio público, sin la más mínima tentación por un aprovechamiento indebido. Absolutamente transparentes. Entrega en cuerpo y alma a la comunidad. Ecuánime ante los grupos de presión. Proyectando a largo plazo y no sólo a la próxima elección. Dispuestos a dar la pelea a pesar de la escasez de recursos. Sin pelos en la lengua para denunciar los abusos e injusticias. Con un comportamiento ético intachable, más allá incluso de lo que exige la ley. Con contundentes pergaminos respaldando su formación.

Todo aquéllo sería suficiente para ir saliendo de la crisis de confianza. Nos permitiría confiar en que los asuntos públicos se están manejando de forma juiciosa y sin presiones indebidas.

Es un piso significativo al que aspirar.

Pareciera que poco podríamos reprocharle a quienes se enmarcaran en dicho perfil. Sin embargo, a pesar de los pergaminos, las autoridades pueden cometer errores, incluso garrafales. Transantiago y el Censo 2012 son quizá los más visibles en el último tiempo. El sistema de transporte que se "auto financiaría" y que sin embargo ha costado millones de dólares. El "mejor censo de la historia" y que sin embargo resultó no haber siquiera cumplido con las exigencias legales.

Las buenas intenciones, los pergaminos y el comportamiento ético, aunque fundamentales, no aseguran un buen desempeño. Y aunque son un legítimo motivo de orgullo para quienes ostentan dichos atributos, no significa que los eximan de rendir cuenta y dar explicaciones por sus errores.

Por el contrario, el ocultar los errores, maquillarlos, omitir información a la opinión pública, sólo porque eran errores y no faltas a la ética, precisamente constituye una falta ética.

Los ciudadanos no sólo votamos por una sintonía ideológica, sino también por el desempeño exhibido. El camino al fracaso está pavimentado de buenas intenciones. La información sobre el desempeño es entonces un elemento de juicio esencial para los ciudadanos. Ocultarla o tergiversarla convierte el "mero error" en la ya más grave "falta a la ética".

Cada ciudadano tiene derecho a decidir con cuanta dureza juzga a sus autoridades.

Los ciudadanos merecemos explicaciones de Sernac, conocer lo que ocultó la Versión Oficial.